Cada domingo arrastra una silla de playa con la que instalarse al costado de la cancha. Atrás quedaron los días de la fábrica, los madrugones, los esfuerzos que hoy mitiga con una faja en la cintura, mientras la espalda encorvada es fiel reflejo de ese pasado de trabajo duro.
Con sus manos cruzadas a la espalda, como forma de buscar el equilibrio, se lo ve llegar cada domingo en primer lugar y a primera hora... y cuando no lo vemos algo está faltando... una sensación de extraña ausencia se instala en el ocasional campo de juego, hasta que llega el “jugador Nº 12”, recién allí se completa el equipo.
Personalmente veo en él al que no tengo, aquel que a pesar de delirar con las dos ruedas, supo acompañarme en la era de SAFADOS...
Por eso quizás es que este hincha se me hace tan especial...y se nos hace especial a todos...
Lo suyo es un ritual que sigue cada domingo, como algo ineludible...(algo así como el mate), impensable no estar allí, junto al equipo. Cada domingo reza -al igual que un jugador- para que el clima acompañe y pueda asistir a la fiesta dominical, y poder así observar y vivir desde su posición de hincha, a once veteranos correr detrás de una pelota. Es que lo suyo ya sobrepasó la opción de compañía al hijo, en un domingo de fútbol, o de guardián de los nietos mientras el hijo juega...
Es capaz de postergar cualquier compromiso por ir a la cancha; si hasta me juego que si tuviera unos años menos se revolvía en el equipo como uno más... aunque lo suyo ya es desgastante... si tuviéramos la posibilidad de medir calorías seguro que en cada partido pierde unas cuantas... Grita, alienta, se calienta, se regocija, disfruta, se pelea con los jueces, se pelea con el hijo, se pelea con los nietos, amenaza con no venir nunca más, pero al final, el domingo que viene está ahí, y el otro, y el otro.
A todo el que le pregunta le dice que lo suyo era el básquetbol... pero hoy, lo suyo es el Fútbol Padres de ADIC, y su equipo: SAFA NEGRO.
Jamás quiso asumir como conductor del equipo, por más que se lo ofrecimos, se niega a abandonar su rol de hincha, y eso lo hace más grande todavía, esa incondicionalidad de ir por que sí no más... aún cuando no juegue el hijo, igual juegan sus otros “hijos”, imposible no estar.
Calentón por naturaleza, (genética que supo transmitir), sus gritos se dejan oír cada partido, ora criticando una decisión arbitral, ora reprobando una patada sufrida. Los entretiempos no son tales si no está su voz y ese diagnóstico del partido que nos regala cada domingo. Las victorias no se disfrutarían tanto si no lo tuviéramos ahí, al lado de la cancha, arengando al equipo, metiendo para adelante, impulsando a cada uno a sacar lo mejor y dar el máximo esfuerzo aún en las difíciles.
Todavía no sabemos de derrotas, vendrán y eso será inevitable, pero ojalá cuando lleguen, miremos al costado de la cancha, y podamos refugiarnos en esa presencia que desde una silla de playa, va a estar esperando para decirnos la palabra indicada, o el silencio compañero, y con una palmada en el hombro, nos dirá:
“Vamo’ arriba que el domingo que viene damos vuelta la pisada.!!”
19/09/2004
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